miércoles, 8 de octubre de 2014

Simbolismo de la Luz


Historia

Muchas religiones a lo largo de la historia han relacionado la luz con la divinidad. Unas han adorado al Sol directamente como un ser divino en sí mismo. Otras han asociado la luz con la presencia de seres angélicos elevados o incluso con la naturaleza del mismo Dios. Las tinieblas o la oscuridad por el contrario se han identificado con el mal y con seres demoníacos.
 Sin embargo hoy sabemos que aunque el Sol es un elemento necesario para la vida no es en absoluto un ser divino. Tampoco lo son la Luna ni los demás astros, por más que en la antigüedad se les asociara con divinidades como si fueran la materia física o cuerpo de seres superiores o dioses. Pero persiste actualmente la identificación religiosa o mística del concepto luz con iluminación espiritual, ya que muchas veces se emplea incluso la misma palabra.
Por otro lado la relación entre este concepto de luminosidad y la metafísica medieval es bastante clara. Fue San Agustín quien recordó que a Cristo se le llama Luz Divina propiamente y no en un sentido figurado. Para los siglos XII y XIII, la luz era la fuente de toda belleza visual, así lo entienden, entre otros, pensadores tan distantes y diferentes como Santo Tomás de Aquino y Hugo de San Víctor, que coinciden en afirmar que lo bello participa de dos características, la proporción y la luminosidad. En el resto de la literatura filosófica de la época, se utilizan con frecuencia adjetivos como lúcidoluminoso y claro para describir la belleza visual, y la belleza, conviene recordar, no era considerada como un valor independiente de los demás, sino como el resplandor de la verdad, es decir, de Dios.

La luz en el Arte

La luz y su percepción visual han sido un elemento importante en las artes plásticas, un componente fundamental para la realización de una obra. Algunos artistas han dedicado un cuidadoso estudio sobre las propiedades de la luz como elemento fundamental y expresivo. Es indispensable una adecuación entre oscuridad y luz en las artes plásticas. 

Hay que considerar además a la luz como elemento configurador de volumen, forma y tamaño de los objetos que se trasladan a una obra de arte , así como de otros tipos de relaciones que existen entre ellos, como el color, la armonía, el claroscuro o el contraste.

 La luz es utilizada en obras de arte para crear contraste en un ambiente o espacio. La iluminación añade variedad visual en un trabajo, provocando interés mientras que ayuda a determinar la disposición de la composición. Una obra de arte puede ser diseñada enteramente alrededor de la técnica de iluminación que utiliza.
 La luz y las sombras se complementan y trabajan en conjunto en una obra de arte. En una pintura que capitaliza la luz, existen vetas y sombras. A veces la luz es más sutil, más difusa y menos definida. Las obras con alto contraste son intensas de un modo emocional, así como también brillantes obras de arte. Las pinturas oscuras son hermosas a través de su misterio.

El uso de la Luz por Leonardo Da Vinci

En 1680 se publica en Italia un “Tratado de la Pintura”, es una serie de notas sobre técnicas, perspectiva, maneras de representar y discusiones en las cuales se entrelaza la ciencia y el arte. En una de sus notas explica de qué forma se debe tratar La Luz en las obras pictóricas:

Qué luz se debe elegir para dibujar, una figura


“Toda figura se debe poner de modo que solo reciba aquella luz que debe tener en la composición que se haya inventado: de suerte, que si la figura se ha de colocar en el campo, deberá estar rodeada de mucha luz, no estando el sol descubierto, pues entonces serán las sombras mucho más oscuras respecto a las partes iluminadas, y también muy decididas tanto las primitivas como las derivativas, sin que casi participen de luz; pues por aquella parte ilumina el color azul del aire, y lo comunica a todo lo que encuentra. Esto se ve claramente en los cuerpos blancos, en donde la parte iluminada por el sol aparece del mismo color del sol, y mucho más al tiempo del ocaso en las nubes que hay por aquella parte, que se advierten iluminadas con el color de quien las ilumina; y entonces el rosicler de las nubes, junto con el del sol, imprime el mismo color arrebolado en los objetos que embiste, quedando la parte á quien no tocan del color del aire; de modo que á la vista parecen dichos cuerpos de dos colores diferentes. Todo esto, pues, debe el Pintor representar cuando suponga la misma causa de luz y sombra, pues de otro modo sería falsa la operación. Si la figura se coloca en una casa oscura, y se ha de mirar desde afuera, tendrá la tal figura todas sus sombras muy deshechas, mirándola por la línea de la luz, y hará un efecto tan agradable, que dará honor al que la imite, porque quedará con grande relieve, y toda la masa de la sombra sumamente dulce y pastosa, especialmente en aquellas partes en donde se advierte menos oscuridad en la habitación, porque allí son las sombras casi insensibles; y la razón de ello se dirá más adelante.”

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