Historia
Muchas religiones a lo largo de la historia han relacionado
la luz con la divinidad. Unas han adorado al Sol directamente como un ser
divino en sí mismo. Otras han asociado la luz con la presencia de seres
angélicos elevados o incluso con la naturaleza del mismo Dios. Las tinieblas o
la oscuridad por el contrario se han identificado con el mal y con seres
demoníacos.
Sin embargo hoy sabemos que aunque el Sol es un
elemento necesario para la vida no es en absoluto un ser divino. Tampoco lo son
la Luna ni los demás astros, por más que en la antigüedad se les asociara con
divinidades como si fueran la materia física o cuerpo de seres superiores o
dioses. Pero persiste actualmente la identificación religiosa o mística del
concepto luz con iluminación espiritual, ya que muchas veces se emplea incluso
la misma palabra.
Por otro lado la relación entre este concepto de luminosidad y la metafísica medieval
es bastante clara. Fue San Agustín quien recordó que a Cristo se le llama Luz
Divina propiamente y no en un sentido figurado. Para los siglos XII y XIII, la
luz era la fuente de toda belleza visual, así lo entienden, entre otros,
pensadores tan distantes y diferentes como Santo Tomás de Aquino y Hugo de San
Víctor, que coinciden en afirmar que lo bello participa de dos características,
la proporción y la luminosidad. En el resto de la literatura filosófica de la
época, se utilizan con frecuencia adjetivos como lúcido, luminoso y claro para
describir la belleza visual, y la belleza, conviene recordar, no era
considerada como un valor independiente de los demás, sino como el resplandor
de la verdad, es decir, de Dios.
La luz en el Arte
La luz y
su percepción visual han sido un elemento importante en las artes plásticas, un
componente fundamental para la realización de una obra. Algunos artistas han
dedicado un cuidadoso estudio sobre las propiedades de la luz como elemento
fundamental y expresivo. Es indispensable una adecuación entre oscuridad y
luz en las artes plásticas.
Hay que considerar además a la luz como elemento configurador de volumen, forma
y tamaño de los objetos que se trasladan a una obra de arte , así como de otros
tipos de relaciones que existen entre ellos, como el color, la armonía, el
claroscuro o el contraste.
La luz es utilizada en obras de arte para crear
contraste en un ambiente o espacio. La iluminación añade variedad visual en un
trabajo, provocando interés mientras que ayuda a determinar la disposición de
la composición. Una obra de arte puede ser diseñada enteramente alrededor de la
técnica de iluminación que utiliza.
La luz y las sombras se complementan y trabajan en
conjunto en una obra de arte. En una pintura que capitaliza la luz, existen
vetas y sombras. A veces la luz es más sutil, más difusa y menos definida. Las
obras con alto contraste son intensas de un modo emocional, así como también
brillantes obras de arte. Las pinturas oscuras son hermosas a través de su
misterio.
El uso de la Luz por Leonardo Da
Vinci
En 1680
se publica en Italia un “Tratado de la Pintura”, es una serie de notas sobre
técnicas, perspectiva, maneras de representar y discusiones en las cuales se
entrelaza la ciencia y el arte. En una de sus notas explica de qué forma se
debe tratar La Luz en las obras pictóricas:
Qué luz se debe elegir para
dibujar, una figura
“Toda figura se debe poner de modo que solo reciba aquella luz que debe tener en la
composición que se haya inventado: de suerte, que si la figura se ha de colocar
en el campo, deberá estar rodeada de mucha luz, no estando el sol descubierto,
pues entonces serán las sombras mucho más oscuras respecto a las partes
iluminadas, y también muy decididas tanto las primitivas como las derivativas,
sin que casi participen de luz; pues por aquella parte ilumina el color azul
del aire, y lo comunica a todo lo que encuentra. Esto se ve claramente en los
cuerpos blancos, en donde la parte iluminada por el sol aparece del mismo color
del sol, y mucho más al tiempo del ocaso en las nubes que hay por aquella
parte, que se advierten iluminadas con el color de quien las ilumina; y
entonces el rosicler de las nubes, junto con el del sol, imprime el mismo color
arrebolado en los objetos que embiste, quedando la parte á quien no tocan del
color del aire; de modo que á la vista parecen dichos cuerpos de dos colores
diferentes. Todo esto, pues, debe el Pintor representar cuando suponga la misma
causa de luz y sombra, pues de otro modo sería falsa la operación. Si la figura
se coloca en una casa oscura, y se ha de mirar desde afuera, tendrá la tal
figura todas sus sombras muy deshechas, mirándola por la línea de la luz, y
hará un efecto tan agradable, que dará honor al que la imite, porque quedará
con grande relieve, y toda la masa de la sombra sumamente dulce y pastosa,
especialmente en aquellas partes en donde se advierte menos oscuridad en la
habitación, porque allí son las sombras casi insensibles; y la razón de ello se
dirá más adelante.”
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